El Mariscal Drei Weniger Vier i, era
conocido por los reclusos de todos los campos de confinamiento de la República
como el Carnicero Progresivo, por su eficaz técnica de interrogatorios basada
en la serie geométrica de razón dos. Se decía que en un campo, al norte, liquidó
sucesivamente a doscientos cincuenta y cinco prisioneros, en el ejercicio de su cometido,
hasta que el interrogado vomitó todo lo que quería oír, información trivial
según contaban, que obraba en su poder desde hacía un tiempo.
Era de complexión menuda y
aspecto abotargado, pero sorprendentemente ágil. En su mirada había un atisbo
de pícara intención, mezclado con la serenidad que da la pérdida de la juventud,
y la extraña sensación de que podía escudriñar todos los rincones del cerebro
interlocutor con sólo fijar la atención en la retina del incauto.
Cuando sonó el intercomunicador
personal contemplaba, cómodamente reclinado en el sillón de su escritorio, la
lenta agonía de una mosca atrapada en un pequeña esfera de Riemman que él mismo
había construido, con un par de cartas y un pequeño atlas inservible, para
cazar insectos. Tras unos segundos absorto contestó:
-
Aló?
-
Viejo gordinflón! Preparado para la acción?
-
Por e elevado a pi, Exp! Cuánto tiempo!... Por supuesto
que sí, siempre a tus órdenes.
-
He solicitado al Alto Mando que te destinen a Deddekind.
Necesito tu ayuda para un trabajito.
-
Deddekind!!! Tu obra maestra! Magnífico! Cuándo debo
estar ahí?
-
En cuanto te llegue el despacho! Tres o cuatro días,
calculo.
Alumna aventajada en la Academia,
función insustituible en el combate, en su flamante guerrera al menos la mitad
de las condecoraciones estaban relacionadas con ella. Este iba a ser un trabajo
sin duda agradable, al menos para él.
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