Neumanstadt era una pequeña ciudad,
atiborrada antes de la guerra de monumentos y edificios impregnados de
polvo e historias milenarias. Gracias a la actividad del campo, la
ciudad había prosperado, y sin recuperar su rancio esplendor de antaño
se había convertido en una de las más prósperas de toda la República.
Pasear por sus calles a mediodía, era una diversión común para los
afortunados ociosos. La breve señal luminosa pactada: punto, raya-punto,
punto. Camuflada por el brillo de un día regalado por el astro rey,
sólo una mirada atenta la había detectado. Su respuesta: entrar en el
soportal inmediatamente a su derecha en el sentido de la marcha. Puerta
entreabierta. Una larga escalera de escalones cortos desiguales,
conducía a una estancia única sumida en la semipenumbra en el primer
piso. Las ventanas cerradas, una lámpara de gas al mínimo, la única
iluminación.
Tras una mesa una sombra, invitó al recién llegado a sentarse frente a ella.
- Conocemos bien los planes de Deddekind. Hay que darle a la Comandante
lo que busca, si no queremos que el campo se convierta en el mayor
cementerio de la zona...
La silueta pertrechada con un guante oscuro extendió sobre la mesa un
sobre de plástico trasparente sellado. En su interior un sobre amarillo
arrugado y garabateado en una esquina.
- Colócalo discretamente bajo
el jergón de uno de los reclusos del barracón de funciones reales.
Quita el plástico sin tocar el contenido, y deshazte de él después. Será
suficiente con esto... Es todo.
Temeroso, el elegido por la
señal E.N.E., guardó el sobre, se levantó lentamente y tomo la escalera
para salir a la calle, dudando de si hacía lo correcto. Ya en el
exterior recuperó la templanza perdida y tomó el camino de vuelta al
campo. Cientos de ojos por doquier le seguían, pero de qué facción?
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