miércoles, 22 de abril de 2015

Cuarto número primo: TRES HORAS BAJO EL SOL Y UNA ETERNIDAD BAJO TIERRA


Tras un prolongado aullido que anegó todo el campo desde los altavoces de la torre central, la voz de un guardia sono atronadora: "Todos los elementos del campo deben recluirse en sus correspondientes naves, excepto los naturales de módulo dos, que permanecerán en el patio central formados".
Después de cosa de tres horas bajo un sol plomizo implacable, apareció la Comandante  secundada por el intérprete del centro. Habría unos trescientos números. Un dos de las primeras filas empezó lo que pareció una airada protesta hacia el trato que se les estaba dando. Ocho segundos después del inicio del discurso, cayó desplomado por el certero disparo de un guardia de la torre. Era terriblemente satisfactorio que las órdenes se observaran con tal pulcritud, si bien en aquella ocasión fue inevitable cierta desazón­: el desgraciado abatido, que ahora parecía, por la angulación de sus curvas debido al incipiente rigor cadavérico, más bien una zeta mayúscula mal orientada, o una ene, podría ser por infortunios del azar la base que andaba buscando. No daba igual, pero el fin justifica los medios. Y estos eran sus medios.
En un tono casi de susurro durante unos minutos se dirigió a Sifrr de soslayo con el gesto marcial hacia el frente, de espaldas al sol. Al cabo de los mismos, el traductor con voz firme bramó: "No debeis intranquilizaros! Somos una Gran Familia! Y en las familias unos se necesitan de los otros. Todos los naturales de módulo 2 quedaréis desde hoy y hasta nueva orden  recluidos en el viejo barracón abandonado de las funciones reales, y permaneceréis allí separados de toda actividad".
Silencio. Mientras la Comandante abandonaba el patio, una segunda inundación sónica desde la torre, hizo dispersarse a la multitud hacia el lugar indicado. Solo quedó la ene inerte.
El mensaje era absurdamente claro, y por la parquedad de las explicaciones, innecesaria la puesta en escena. Pero consiguió su objetivo: los doses empezaban a preguntarse desde la percepción de la precariedad de la vida, con recelo y miedo, ¿por qué? ¿para qué? ¿hasta cuándo? Capítulo tercero del manual básico del oficial para el control de masas.
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