El lado derecho de la fachada
principal del cuartel general de la 3i división Acorazada de Imaginarios Puros
de Moivre, se vino abajo instantáneamente tras la explosión. Algunos de los
aterrorizados ocupantes, abatidos por la
onda expansiva, se levantaban aturdidos. En la calle, los viandantes
supervivientes, a cierta distancia, hacían lo propio. A quince metros de la
pared, todos muertos, aplastados por los escombros, o abrasados por la misma
deflagración.
El parte oficial del incidente
resultaba revelador: nueve bajas civiles, tres de ellas niños; entre el
personal militar, algunas contusiones y heridas menores, pero ninguna baja; el
autor, un joven código binario, de al menos cinco dígitos (los dos unos y tres ceros que se
encontraron dispersos entra las ruinas), no pudo ser identificado con certeza,
si bien pudiera tratarse de alguna de las cuatro permutaciones posibles del segundo uno sobre las cuatro últimas posiciones.
Del análisis de los restos se
pudo inferir que el incauto código llevaba consigo un potente hiperplano de
corte del tipo de los viejos planos de Gomory. El detonador de fabricación
casera que debería haberle dado margen de tiempo suficiente para garantizar la
huida, debió fallar, provocando la explosión en el mismo momento de la colocación
del artefacto, al pie del muro.
Cambian los verdugos a un lado y
al otro, pero nunca cambian las victimas. Vivíamos y moríamos en el despertar de una Nueva Era, pero
de la misma lamentable forma que en los viejos tiempos.
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